martes, 24 de mayo de 2011

El juego de los 6 mm /III

Causar sensaciones.

Eso persigue Martina. Juega, Martina. Julio hace de profe ahora que Martina salió para el acto de su hija. Martina es docente (ejerce la docencia). Martina enseña, entre otras cosas, a cómo vivir una vida sin perder la costumbre de estar vivo. Julio va a exagerar y va a decir que Martina es, de todas las mujeres, la más linda que él haya conocido. Dale-- le dice Martina (y no le suelta los ojos cuando dice dale).

Profe, cuál es la goma-- pregunta Valeria Fabiana Chaupe Meza Taragua Fernández. Valeria Fabiana Chaupe Meza Taragua Fernández es la única nena que pregunta cuál es la goma de borrar, en el Paint, más de una vez por día. Julio se pregunta si vale la pena esto de repetirle su nombre para que remplace el horroroso profe por su Julio. A Julio le gusta cuando Martina lo llama por el apellido: Julio Resoco.

Causa sensaciones: dale, dale, dale... Causa sensaciones Martina, pero no se anima a seguir, a que Julio siga. Julio tampoco se anima a tomarla de la cintura y arrebatarla a caricias y franeleos baratos. Él siempre se dijo a sí mismo que cuando volviera a besarla sería cuestión de mutuo consentimiento. Nada de juegos. Pero --piensa-- para eso falta. Se preocupa: eso tal vez nunca llegue.

El juego (ellos ya lo saben) consiste en avanzar hacia ellos a la voz de dale. Avanza el que no habla y habla el que no avanza (toda una promesa). El que habla dice dale. El que avanza decide hasta cuándo avanza.

Hace dos semanas que siguen jugando. Ella dijo basta y esa vez se quedó a más de 25 centímetros uno del otro cuerpo. Julio pensó desde ese día que valdría la pena hablarle sobre la no distancia. Cuando él hablara ella preguntaría por qué Julio estaba empecinado en esa distancia, qué era lo que buscaba sentir.

Profe --de nuevo--, ¿Cuál es la goma? Chaupe Meza Taragua Fernández Valeria Fabiana tiene la suerte de ser alumna de Martina. Aprende como deberían aprender todos los niños de Córdoba: alumbrada por una sonrisa irresistible. Aprende contenta. El profe Julio está abstraído. Intenta sin cesar repasar las instancias del último episodio del juego. Cómo decir dale --se pregunta-- sin temor a que se vaya, a que no quiera, a que se escape. Cómo decir dale sin que la voz tiemble. Cómo guardar en los recuerdos los pasajes más inolvidables que se olvidan de memoria y por traición de la inteligencia.

Julio repasa sin descuido lo que sintió cuando los centímetros sobraron, en medio de la distancia inexistente entre uno y otro cuerpo. Julio se relame y degusta, como pan caliente con mermelada casera de durazno, como medialuna con dulce de leche, repasa y saborea el hilo acortado, achicado a nada, ninguno de distancia, que dejó el casi juego al final de la siesta. Puede sentir el aroma de la horma de pan recién horneada y el azúcar que emana el condensado dulce, y también siente la mordida en el centro de la factura, con el dulce de leche que hace doler los dientes, que estremece. Puede sentirlo sin tocar ni pan caliente ni medialuna alguna. Repasa la distancia; solamente la vuelve a traer, una y otra vez. Una y otra vez.

Martina se va. Llega Valeria Fabiana Chaupe Meza Taragua Fernández y pregunta: profe; cómo elijo el lápiz. Es que tengo el borrador --sigue-- y no encuentro la manera de tocar el lápiz. Valeria Fabiana tiene algo así como siete años, el pelo al hombro y una sonrisa extranjera que hace cosquillas. Tiene suerte, aprende a la luz de su mirada, de la mirada de Martina.

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