¿Miedo vos? Sí, puede ser. Miedo a que no te suelte en el abrazo, a que me desvanezca con vos entre mis brazos y no vuelva a ponerme de pie nunca jamás, a que me atormente sentirte de nuevo así de cerca y los ojos se me pongan colorados de vergüenza, miedo a que quiera bailar de nuevo con vos, a que siga con exactitud (y no tanto) cada una de las caricias que me hacés, a que te bese, a que el beso también me perturbe y piense por un segundo que sigo vivo (que no pudieron morirme), a que se pase ese sinsabor del que me hablás, miedo a que te pierda el respeto y achique la distancia, a que el atolondramiento de los ojos colorados me pongan de rodillas a tus impulsos (ahora quiero abrazarte de nuevo, viste).
Miedo vos. Miedo a que yo me anime. A eso le tenés miedo. Porque tenerle miedo a lo otro (a que me corra, a que no te siga, a que no salte contigo y con la misma fuerza) es el absurdo más grande que haya escuchado en mi tarde.
martes, 24 de mayo de 2011
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