jueves, 5 de mayo de 2011

Dale

Se supone que acá hay una comedia.

(La más linda, pregunta: acá hay una comedia. Y si la hubiera --pregunta--: qué personaje le toca, qué lugar ocupa. Está de acuerdo con la teoría de los roles sociales, que cada cual asume una actuación dependiendo del lugar donde le toque desempeñar un rol).

(La más linda sigue preguntando: qué lugar ocupa la señora alta de cabellos delgados y negros).

(Sin apagar los ojos la linda. Está parada y las manos le caen al costado de la cintura a la linda. La cintura esa de la linda es un paraje maravilloso y lo peor de todo es que él lo sabe. No apaga ni los ojos ni la sonrisa la linda. Hay veces que la linda, que ser torturadora le sienta bien. Ésta tortura, la de andarse paseando la linda para que uno la desnude pero llena de ropa a la linda).

(La misma que estaba preguntando sigue preguntando: qué lugar ocupás vos, si existiera la comedia).

(La mujer linda me pregunta a mí. Tengo miedo. Le respondo cualquier cosa. No le hablo del enamorado más allá de las circunstancias. Le respondo lo que yo no quiero decir y lo que ella quiere escuchar: que la vida es así: uno más uno dos y dos más dos son...: que no hay nada de qué preocuparse. Y me inundo en la preocupación de no perder el pulso y que me tiemble el ojo, que se me escape un suspiro, que un rulo se dispare, que la cara se sonroje, que me tiemble el corazón, que de mi boca salga la palabra Sanantonio, que descubra mi punto débil. Tengo miedo que corra espantada y no entienda un carajo, que piense que la quiero volver loca, que no me espere hasta que termine de explicar, que nos interrumpan. Le digo que le voy a contestar lo que pregunta. Que de todas las preguntas es la mejor que podría haber hecho. No le digo ni de quién ni de cuántas estoy enamorado. Me sigue temblando la voz y lo sé, me doy cuenta, yo no soy de poner la voz tembleque, ella me la pone así, con su acertada pregunta me la puso así. Le voy a decir que no hay ni una puta comedia ni ocho cuartos, que ya me rendí ante mí mismo para convencerme de que el mundo es matemático: que uno más uno: que no me creo ni yo lo que me digo: que estoy seguro de lo que siento y lo que quiero: que por eso le quiero explicar la diferencia entre una cosa y la otra. Quiero explicarle esa diferencia para que pueda entenderme, que no quiero volver loco a nadie. Al final va a terminar convenciéndome de que el loco acá soy yo, y cuando lo haya logrado... Ahí sí que no va a haber fuerza que me pare: la voy a abrazar, le voy a hacer cosquillas y la voy a someter a todos mis besos por todos los cachetes y todos los rincones que tenga libre, porque no hay nada mejor en este mundo que te hayan convencido de que estás loco).

(La vida es una comedia).

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