lunes, 30 de mayo de 2011

Quiero ser rico

Se me antoja que te antoje
de repente y así nomás
sin guiños ni ninguna cosa
te antoje un abrazo mío
y te caigan las babas al costado
de la boca
se te antoje el caramelo
de mi beso embadurnado
corazones rozas en el
cuaderno verde y a lunares blancos
yo los dibujo
ser un rico mordisco
el placer rico que ensordece
los sentidos y me sientas
que cuando me abraces te me antoje
con esos antojos imposibles
infrenables
que le dejan lunares a los críos
según dónde te pique en el antojo
lunares al cuaderno y al dibujo
de los viernes del antojo y dónde pique.

Rascarte y ser
tan rico irresistible
tan rico irrefutable
que mis palabras se adormezcan
en tus labios que me hables de cerquita
mirar en tus ojos lo que el mundo no
muestra rico y perturbado como quiero
ser en tus sombras y colchones
que ya no míos lloran en tu ausencia
rico y que me sirvas en el plato
del mediodía la medianoche y
porquéno
la mediatarde.

Rico que me caiga a pedazos
desaforado en tu garganta
a tu estómago y la saliba
cagón, cagadaso
que me desgrane
rico en tu boca
solamente rico
solamente en la boca
en tu boca.

Rico así de mucho
en este mundo que sobra
de ricos perturbados
que es obra de pobres sometidos
ni lloran en las sombras por
tan ricos que son tanta pobreza que hay
no lloran ni un milímetro
en este mundo que hoy no
me mira con tu forma
alegórica de mirar
algebraica
rico matemático
pórqueno
rico de memoria
rico como vale la pena ser rico
donde los ricos se maltratan y suicidan.

Ser el único rico que valga la pena
nombrar y morder
así de rico entre tus dientes.

Reíte.

martes, 24 de mayo de 2011

Un cortado chico XIII

Para mí que leer
además de leer
te hace temblar
te hace pensar.

Cuando escribí por vez
número XI
escribí,
supuse que leer

te hace temblar
te hace pensar
igual que tiemblo
y pienso en voz

alta con vos y
en los bares
en vos y porsupuesto
en todo lo que me

causás.

El juego de los 6 mm /III

Causar sensaciones.

Eso persigue Martina. Juega, Martina. Julio hace de profe ahora que Martina salió para el acto de su hija. Martina es docente (ejerce la docencia). Martina enseña, entre otras cosas, a cómo vivir una vida sin perder la costumbre de estar vivo. Julio va a exagerar y va a decir que Martina es, de todas las mujeres, la más linda que él haya conocido. Dale-- le dice Martina (y no le suelta los ojos cuando dice dale).

Profe, cuál es la goma-- pregunta Valeria Fabiana Chaupe Meza Taragua Fernández. Valeria Fabiana Chaupe Meza Taragua Fernández es la única nena que pregunta cuál es la goma de borrar, en el Paint, más de una vez por día. Julio se pregunta si vale la pena esto de repetirle su nombre para que remplace el horroroso profe por su Julio. A Julio le gusta cuando Martina lo llama por el apellido: Julio Resoco.

Causa sensaciones: dale, dale, dale... Causa sensaciones Martina, pero no se anima a seguir, a que Julio siga. Julio tampoco se anima a tomarla de la cintura y arrebatarla a caricias y franeleos baratos. Él siempre se dijo a sí mismo que cuando volviera a besarla sería cuestión de mutuo consentimiento. Nada de juegos. Pero --piensa-- para eso falta. Se preocupa: eso tal vez nunca llegue.

El juego (ellos ya lo saben) consiste en avanzar hacia ellos a la voz de dale. Avanza el que no habla y habla el que no avanza (toda una promesa). El que habla dice dale. El que avanza decide hasta cuándo avanza.

Hace dos semanas que siguen jugando. Ella dijo basta y esa vez se quedó a más de 25 centímetros uno del otro cuerpo. Julio pensó desde ese día que valdría la pena hablarle sobre la no distancia. Cuando él hablara ella preguntaría por qué Julio estaba empecinado en esa distancia, qué era lo que buscaba sentir.

Profe --de nuevo--, ¿Cuál es la goma? Chaupe Meza Taragua Fernández Valeria Fabiana tiene la suerte de ser alumna de Martina. Aprende como deberían aprender todos los niños de Córdoba: alumbrada por una sonrisa irresistible. Aprende contenta. El profe Julio está abstraído. Intenta sin cesar repasar las instancias del último episodio del juego. Cómo decir dale --se pregunta-- sin temor a que se vaya, a que no quiera, a que se escape. Cómo decir dale sin que la voz tiemble. Cómo guardar en los recuerdos los pasajes más inolvidables que se olvidan de memoria y por traición de la inteligencia.

Julio repasa sin descuido lo que sintió cuando los centímetros sobraron, en medio de la distancia inexistente entre uno y otro cuerpo. Julio se relame y degusta, como pan caliente con mermelada casera de durazno, como medialuna con dulce de leche, repasa y saborea el hilo acortado, achicado a nada, ninguno de distancia, que dejó el casi juego al final de la siesta. Puede sentir el aroma de la horma de pan recién horneada y el azúcar que emana el condensado dulce, y también siente la mordida en el centro de la factura, con el dulce de leche que hace doler los dientes, que estremece. Puede sentirlo sin tocar ni pan caliente ni medialuna alguna. Repasa la distancia; solamente la vuelve a traer, una y otra vez. Una y otra vez.

Martina se va. Llega Valeria Fabiana Chaupe Meza Taragua Fernández y pregunta: profe; cómo elijo el lápiz. Es que tengo el borrador --sigue-- y no encuentro la manera de tocar el lápiz. Valeria Fabiana tiene algo así como siete años, el pelo al hombro y una sonrisa extranjera que hace cosquillas. Tiene suerte, aprende a la luz de su mirada, de la mirada de Martina.

Todo lo que tengo para decirte hoy martes de mayo, Anaclara, y en siete letras y un punto

Gracias.

Dos más dos

¿Miedo vos? Sí, puede ser. Miedo a que no te suelte en el abrazo, a que me desvanezca con vos entre mis brazos y no vuelva a ponerme de pie nunca jamás, a que me atormente sentirte de nuevo así de cerca y los ojos se me pongan colorados de vergüenza, miedo a que quiera bailar de nuevo con vos, a que siga con exactitud (y no tanto) cada una de las caricias que me hacés, a que te bese, a que el beso también me perturbe y piense por un segundo que sigo vivo (que no pudieron morirme), a que se pase ese sinsabor del que me hablás, miedo a que te pierda el respeto y achique la distancia, a que el atolondramiento de los ojos colorados me pongan de rodillas a tus impulsos (ahora quiero abrazarte de nuevo, viste).

Miedo vos. Miedo a que yo me anime. A eso le tenés miedo. Porque tenerle miedo a lo otro (a que me corra, a que no te siga, a que no salte contigo y con la misma fuerza) es el absurdo más grande que haya escuchado en mi tarde.

lunes, 23 de mayo de 2011

Un cortado chico XII

Mujer imposible
de imposibles regodeos
imposibles presentes
similitudes imposibles
a imposibles héroes
verdaderos imposibles
imposibles sudores.

Lo imposible no te gana
imposible mujer
¡sos lo imposible!
imposible perder
con tus imposibles
imposible no perderse
en pérdidas imposibles.

Que lo posible no te gane
posiblemente estarás muerta
entonces posible
posible si rehusás rabiosa
al amor posible solamente
y fogoneás posibles posible
en las ideas atacadas de posibles imperiosos.

Todo impuesto y imposible
y imposible como el lenguaje
imposible de trastornar y imposible
de jugar y imposible
que te traiga y imposible
y imposible que te acueste
e imposible que me duerma.

Un cortado chico XI

No me digas la verdad
la verdad es un invento
es una mentira encubierta

que transpira en las paredes
diciendo que sí cuando no
soltando la mano cuando sí

decime una mentira que me sirva
que es la única verdad valiente
te pinta de rosado los pómulos

que la mentira sirva para el rosado
y los nervios esos que uno espera
agarrarse igual que el resfrío

de los días en que trabajar se hace trabajoso
y cae uno en cama a que lo mimen
uno a que le mientan.

Nunca me creíste capaz de enfermarte
cuando tengo tu mano en mi mano
no tengo fiebre sos vos

que rajás para todos lados
y corro por detrás
no te vayas no ahora

que me queda todo esto por decirte
tres mil cosas
nunca pasó lo que yo dije que pasa

ahora ocurre que mis ojos
tiemblan más seguido
y decir adiós es cada día más pecado

entre medio de las sonrisas
que te debo
y las alegrías que me cobrás

decime una mentira que te crea
no esas verdades mentirosas que
te salen ocultando el sinsabor

del amargo trago
del repentino hasta siempre repentino
del a poco sabor en mis vacías manos (a poco).

No te vayas sin dejarte
sentir lo que temés sentir
el temor es lo sincero

el temor el que pervierte
lo divino de volver a encontrarte
y que me cantes al oído

que no volveré a verte
este temor temblor que tiembla
en las verdades mentirosas.

XIII.

Huelo el olor que deja en las manos con sus manos. Tiene crema según ella. Huelo e imagino los otros olores que me dejaba en las manos con el cuerpo. Es la tercera vez que le agarro la mano. Una vez anterior estuvimos parados en el aula del medio y le pedía que se apurara a venir, cosa que se diera cuenta de la situación y no se perdiera el detalle. Tomé su mano y la puse en mi cuerpo. Quería que quisiera pasarla por todos lados, pero me resigné a que sintiera mi corazón (los latidos). ¿Era un jueves? ¿Era a la mañana, a la noche, a la tarde? ¿Era otoño? ¿Era mayo? ¡Que Era nos pasamos en la cama! La Era de lamernos los cuellos y retozar en el colchón hundido de tanto retoce. Me miraba desde arriba con los ojos grandes y tapaba mi boca para que no se escaparan mis gemidos del dormitorio (de su oído, mejor dicho). Nos gustaba jugar a que se sentaba en mi falda y quitábamos las ropas de abajo, sacábamos los sexos y penetrábamos, en la cocina y con el televisor prendido (con gente dando vueltas y todo). Era la Era de su pelo amarillo y después negro caballo al galope. A mi me sorprendía que al hablar hiciera el mismo gesto de morderse el labio que hacía cuando estaba adentro mío. Pero los ojos, cuando habla, aunque ardiendo, están siempre menos encendidos, si comparamos con el tiempo que pasaba adentro mío, yo adentro suyo. En la tercera vez que le agarro la mano no evito los recuerdos: primero mi dedo, luego los dos dedos, la mano, la boca (en la barba quedaba el aroma a su cuerpo hasta después de bañarme). De todos los olores que conocí, extrañamente prefiero aquel, el de su entrepierna carnosa que destila tanto aroma como placer provoca. Tengo la mano por tercera vez entre mis manos (su mano izquierda, que es la que aprieta y suda las mías). En la sala del medio la mano izquierda fue testigo de mi nueva moda de comportamiento: la sinceridad, la transparencia. ¿Es que alguna vez fue distinto? ¿Es que el mundo de las ideas alienadas pervierte a tal punto que la gente empieza a preguntarse sobre valores y moral, separando las interpretaciones de lo que son las acciones mismas? ¿Es que alguna vez fui distinto en su cama, en su casa, en su oído? La mano izquierda que siente cómo late el corazón y es testigo de la verdad, se desliza --apenas se desliza-- por el resto de la panza y se quita del cuerpo. Mis manos sudan, ahora que no es tan furtivo el momento, que por vez tercera consigo acariciarla. Creo (pero no estoy seguro) que los movimientos estos que hace con el dedo significan algo parecido a una caricia. Me entusiasmo (quedo en peligro). ¿Acaso perdí la capacidad de vivir lo inexplicable, lo que no sé cómo irá a terminar? ¿Acaso me volví un tibio lejos de su lado? ¿Será posible morirse en vida y acostumbrarse al mundo de los vivos así de muerto? Tiene crema en la mano izquierda y aprieta con los dedos cada uno de mis dedos. Frota los dedos y me excito (creo que me excito con los recuerdos, o con el solo roce de su dedo en los míos). Me volví un hombre de conductas inexplicables, y eso me gusta, quiere decir que todavía no morí en el mundo de los vivos y no me acostumbré a vivir como si estuviera muerto. Muerdo. Muerdo los recuerdos y los saboreo. Acaricio aquella mano que sentí como una mariposa en una cama, subir por mis piernas hasta el miembro y apretar, mover, sacudir, arriba y abajo, acomodar en otro sexo y organizar el placer. Pocas manos que haya conocido organizan tan bien como aquellas manos, y ponen con sencillez las espinas en los cuerpos frágiles, y dibujan las paredes con consignas incendiarias y palabras que se traducen en pintura roja. Ahora que me acuerdo, también el dedo índice de la mano izquierda me mostraba el lugar donde tenía guardada la ropa, los discos de música, los repasadores de la cocina, el mantel verde, los destornilladores, la puerta de casa, los ratones de la cabeza, el puñado de ideas que defendí, el camino del domingo a las 20 hs. para abrir la puerta al milagro (que siempre entraba corriendo y se metía a la casa como una tromba). Aquel milagro era tan tangible como la vida misma, nada de místico; y plausible. Absolutamente plausible. Tengo por tercera vez, después de largo tiempo, sus manos entre las manos, y me cuesta controlar la tembladera, las palpitaciones, las ansiedades, las ganas de amar. Yo no puedo amar. No sirvo para eso. Pero la mano suya en mis manos (la izquierda) me recuerda cierta reminiscencia del pasado, me enamora, me sonroja hasta la médula. Me excita. Todo eso sí puedo, porque sigo vivo, porque no dejé que me murieran.

Diario

Recordé tus placeres gastronómicos. 1 kg. de pasas de uva bañadas con chocolate en Sweet Sweet Way vale cien pesos argentinos. Compré una bolsa. Parecen deliciosas.

Estoy mejor que ayer. Me siento mejor. Mucho mejor. Caminé hasta el Garbarino del Nuevocentro Shopping. Vi un pullover en tonos blancos y celestes que me deslumbró. Nada más. En el Nuevocentro casi que no hay nada interesante.

Volví caminando hasta Bv. San Juan y Av. Vélez Sársfield. Saqué dinero del cajero nuevo, el que pusieron en la esquina (tengo que pagar el pedido a los fabricantes de Polipluma) Tomé un taxi hasta Pueyrredón y Belgrano. Pregunté en los almacenes que quedan enfrente de la plaza y en la plaza misma. No tienen almendras.

Caminé hasta Iriarte y Mayor. En el camino vi al chico del que no recuerdo el nombre. El que vive en Iriarte cruzando la calle Mayor, al lado de la casa de los Arévalo. De cualquier forma, no importa demasiado su nombre; en algún tiempo se irá a morir y antes no hará nada para que lo recordemos; a lo sumo se cargará algún muerto o cosa por el estilo. Lo vi trabajando en la obra en construcción que está al lado de Club R. Más adelante, cerca de la calle Mayor, por Iriarte, una señora me saluda. Creo que no la conozco.

Tengo la remera empapada en transpiración. Caminé mucho y bien. Ahora estoy preparando un desayuno. Café, tostadas de pan al horno (vuelta y vuelta hasta que se tuestan) con una rodaja de queso fresco arriba. Cuando el queso esté derretido y el café humee me voy a sentar a celebrar esta mañana de otoño.

El otoño es la estación del año que más prefiero.


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nota: recuperado luego que blogger estuviera caído.

Un cortado chico IX

Vos y yo sabemos que
te podés escapar de mi

pero nos preocupa
es el hastacuando.


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nota: recuperado luego que blogger estuviera caído.

De la autora del blog "http://dudasdemar.blogspot.com"

casi-cancion (sic)




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nota: recuperado luego que blogger estuviera caído.

XI.

La remera y el corpiño blanco se quedan hasta el último. Es lo último en irse. El último detalle que abandona la escena y todo lo demás se queda.

Es tu forma de pintar las paredes con el grafo. Los desafío sin dudarlo: quién pudiera resistirse a esta Anaclara; cuando Anaclara se pone así.

Sé que vas a tomar las almohadas y vas a hacer una pausa en mi ritmo, las vas a poner debajo de mi cabeza y mi boca va a quedar más cerca de tus pezones de mamá que amantó con amor, con ganas, batallando entre los dientes que sacaron leche y sangre. Será por eso que cuando te sacás el corpiño terminás de ser irresistible. Porque desde que te conozco (y desde tus 19 años, Anaclara) sos mamá (cobijar en una panza y elegir la música, el alimento, los estímulos; eso también vale para el asunto), la mejor que haya conocido. Tus pezones --será por eso-- son duros y erectos, los mejores que haya conocido.

Vas a dejar ahí las almohadas y me vas a agarrar los hombros con la yema de los dedos, con la palma de la mano derecha en mi pecho.

Las almohadas son cómodas. ¿Dónde aprendiste el detalle?

Vas a dejarme. Te voy a acariciar el cuerpo, por la espalda y por el pecho, voy a aprovechar el espacio corto para besarte, para sentirme cerca tuyo. Voy a prestar atención a tus latidos y vas a dejarme.

Voy a llegar al orgasmo y eso te va a animar. Tu corazón, así como de repente, va a latir apresurado. Vas a llegar al orgasmo adentro mío.

Tu grafo, Anaclara. Otro de los que usas para pintar las paredes con la palabra que vale la pena decir. No la nombres. No la pienses. Seguí escribiendo, pared tras pared. Seguí escribiendo y que los fantasmas morales no te maten. Defendete adentro de tu cuerpo y defendete afuera. Dale.

Y ahí queda la pintura al lápiz. Los cuerpos tuyo y mío desnudos, encimados, sonrientes. ¿Tuvimos demasiado tiempo o el tiempo fue demasiado para nosotros? No sé pero ahí estamos, descansados, con la sonrisa y la lengua chasqueada. Te lavaste y me lavé (ya te dije: verte correr al baño con las piernas cortas es el poema que no volví a encontrar escrito en ninguna otra antología). Acá queda la pintura, cuando nos preguntamos si nos gustó lo que acabamos de pintar y nos decimos que sí y es cierto: nos gustó correr al mismo lugar, rodar por la caída y quedar con la espalda sudorosa llena de pasto o de plumas.

Dejame escribir a mí: Anaclara.

Dejame que gire el cuerpo y mire el tuyo antes de que te vayas. Dejame decirte algo: la sonrisa que hacés y cuando te mordés la boca; los detalles que te hacen única. Dejame decirte algo más: seguí escribiendo la pared y aclará que sos madre, así leen y me entienden un centímetro.

Escribí libertad que las almohadas siguen debajo de mi cabeza.


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nota: recuperado luego que blogger estuviera caído.

miércoles, 18 de mayo de 2011

XII.

Alguno con cojones que tomó la foto antes del 23 de diciembre de 2010. Ella la publicó.

Está toda la sonrisa ahí entera, de punta a punta. Los ojos miran para arriba como a mi me gusta y, aunque hay distancia entre el fotógrafo y la muchacha de boca linda, se distingue claramente la dentadura. Tiene la blusa violeta (o lila) y el jean azul oscuro. En vez de estar yo en la foto, sus brazos sostienen el termo y queda abrazado entre su pecho. Los lentes, la cartera tejida al crochet, el saco negro de hilo y la marcha (que no se alcanza a ver). La amiga mirando de costado, como festejando la sonrisa de ella, que de todo es lo único que importa (ni la marcha que no se ve, ni el saco, ni el termo, ni mi ausencia). Hay una bicicleta, un hombre canoso, un distraído, una baranda color naranja antes del cordón de la vereda. Hay una gigantografía.

Cuando encuentres la imagen en Internet, detenete en el detalle: ¿Tienen el mismo pocito en el cachete o es que lo dibujo con mi imaginación? Parece tenerlo. Estoy seguro. Más todavía, hice zoom sobre la imagen. Pareciera que sí.

Y la sonrisa. Y el viento que apenas vuela la blusa lila (o violeta). Y el viento que juega con la dentadura no postiza y el cabello no postizo. Y en el pelo el aplique negro: un moño pequeño. Un aro en la oreja. Su perfume (¿Sentís el perfume?). El bretel negro. Las pulseras baratas que no se ven. Seguro que las zapatillas verdes. En la calle. En la marcha. Como corresponde.

Me falta algo, su piel. Entera. Su piel.

Y la sonrisa. Y Anaclara, que no es postiza.


Nota del Escritor: el número XI de esta entrega se perdió por defecto de Blogger.

lunes, 16 de mayo de 2011

Por suerte los romanos no conocen de finales, no tienen numero Cero

Había una vez unos ojos temblorosos que eran un poema favorito.

(Cuando das por finalizada una novela de semejantes lindos faroles, te sentís tan huérfano que parece fuera de lo común).


jueves, 12 de mayo de 2011

Un cortado chico X

No le atinás de ninguna manera

(andás ciega y el miedo
te juega una mala pasada
miedo de vos misma
del sol que calienta el otoño
mirá que respirar con miedo
da más pánico todavía)

no le pegás ni con suerte

(todas las canciones y
las poesías que dedicás
son inútiles
y arrancarme las uñas también)

si al menos se te hubiera ocurrido

(dedicar
entero
el disco
Aunque Cueste Ver El Sol 
de la banda uruguaya
al menos eso)

pero no le acertás un carajo.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Ilustramiento

abandono*

   1. m. Desamparo, descuido:
      le critican el abandono en que tenía a su hijo.
   2. Renuncia, desinterés:
      abandono de los estudios.
   3. Alejamiento de un lugar:
      abandono del hogar.
   4. Descuido de los intereses, las obligaciones, el aseo personal o la compostura:
      su aspecto últimamente es de abandono, pues va sin peinar y mal vestido.

*Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe.

Belén III.

Hoy es martes, el día está pesado, con mucha humedad y amenaza de lluvia. Son casi las ocho de la noche. La avenida no se detiene ni por un segundo, autos que van, autos que vienen, que estacionan, y los estudiantes que suben y bajan, yendo y viniendo de Ciudad Universitaria.

Los martes te ponés el perfume que más me gusta.

Hasta hoy habíamos hablado de las preocupaciones que teníamos y era natural que comenzáramos a ocuparnos de nosotros.

Llegaste a la lomitería con cara de situación y pedimos dos 348 completos, con papas bastón (a mi --y creo que a vos también-- me dan desconfianza las papas rejillas, prefiero --y creo que vos también-- el estilo francés para las papas fritas). Te sentaste dejándote caer sobre la silla azul, como denunciando el cansancio de tu cuerpo. Dijiste que no me habías abrazado, respiraste fuerte y con violencia, te levantaste de la silla donde te habías echado y me llamaste. Me acerqué y nos abrazamos durante un tiempo corto. Nos besamos y volvimos a los asientos. Hiciste un gesto para pedir que te diera la mano y sólo nos soltamos para cenar. El mozo del lugar trajo el pedido y retiró la cazuela de maní salado y pelado que nunca terminamos (parece un personaje de alguna tira cómica de dibujos animados, con los bigotes anchos y el pelo lacio peinado hacia el costado; la cara es grande y la boca también, pero el cuerpo es raro, encorvada la espalda y de un caminar pesado). Me preguntaste si alguna vez había pensado en besarte y te reíste como nerviosa. Sin que te importara en lo más mínimo lo que tenía para responder, avanzaste con tu pedido: y si empezáramos ahora, es decir, si se me ocurriera a mí el beso y te lo pidiera. Me reí como con una risa nerviosa. Volviste a buscar mi mano y me dediqué a acariciar el terminado de tus uñas, que según me contaste es un tratamiento que te hacen para evitar que te las comas. Parecen uñas postizas. No me gusta. Quizás también me tenga que hacer algo por el estilo porque todavía me duele el dedo gordo de la mano izquierda, al que le comí la uña el domingo por la tarde, después de volver del cine.

Terminamos la cerveza (vos tomás muy poco porque no te gusta) y caminamos por la avenida. Fuimos hasta la parada de la línea N. No quise ni quiero besarte.

El resto de la noche habíamos hablado de lo bien que nos hacemos, de lo mucho que nos gusta estar juntos. Hablamos también de tu aniversario y de mi viaje al campo con Mercedes. Cada vez que hablamos de Mercedes tenés un comentario desmerecedor para su inteligencia, y no es para menos. Te conté sobre mi estado de salud porque, si bien no tuve episodios de taquicardia, el corazón mantuvo un ritmo extraño durante toda la velada. En realidad el problema venía desde antes, cuando empecé a caminar con Maxi. Maxi es un tipo raro, me habló mal de Shirley pero dijo que tenía buen culo. Destacó eso. Maxi es un asqueroso machista de los que no me caen en gracia. Ningún machista me cae en gracia. Maxi gusta de Florencia pero dice que ella es muy histérica. Según él, de las histéricas hijas de puta. Mercedes también es histérica pero no me parece para nada hija de puta; aunque presiento que Florencia le gana en inteligencia. Y definitivamente Florencia es más linda que Mercedes. Mercedes quiso verme cuando estuvo en Bariloche pero no respondí su llamado. Creo que no te conté ese detalle ni tampoco te hablé de Maxi, ni la insulté a Shirley delante tuyo, ni se me ocurrió contarte de Florencia (no lo entenderías). Tampoco fui sincero. No te besé ni te besaría porque todavía persigo a Anaclara por todos los rincones. Anaclara me importa más de la cuenta. Por eso estaba mal. Ya ni te debés acordar que te lo dije cuando apenas empezábamos a hablar; vos me cortaste de repente, diciendo dos o tres cosas de tu triste y monótono aniversario número tres. Pobre Lucas, se va quedando sin ideas y vos estás cada vez más lejos suyo. No te quiero cerca mío. No del modo en que te quiere Lucas. En fin, el lomito fue estupendo. Comimos como dos desaforados y el pan estaba crujiente, con una lechuga fresca y los cubos de tomate concassé tenían el grosor adecuado; la carne fina era tierna y el queso con el huevo eran una compañía sin igual. Las papas tenían demasiado aceite, pero dejé sin comer la mitad de la porción que me sirvieron.

Dejamos diez pesos de propina.

Yo III

La impunidad no me es indiferente y --en mi caso-- te lo había adelantado antes de hoy y cada vez que te nombré o te hice escuchar la canción. No puedo evitarlo, la pongo sin cesar y siempre habla más de mí.

Diario

Recordé tus placeres gastronómicos. 1 kg. de pasas de uva bañadas con chocolate, en Sweet Sweet Way, vale cien pesos argentinos. Compré una bolsa. Parecen deliciosas.

Estoy mejor que ayer. Me siento mejor. Mucho mejor. Caminé hasta el Garbarino del Nuevocentro Shopping. Vi un pullover en tonos blancos y celestes que me deslumbró. Nada más. En el Nuevocentro casi que no hay nada interesante.

Volví caminando hasta Bv. San Juan y Av. Vélez Sársfield. Saqué dinero del cajero nuevo, el que pusieron en la esquina. Tengo que pagar el pedido a los fabricantes de Polipluma. Tomé un taxi hasta Pueyrredón y Belgrano. Pregunté en el almacén que queda enfrente de la plaza y en la plaza misma. No tienen almendras.

Caminé hasta Iriarte y Mayor. En el camino vi al chico del que no recuerdo el nombre. El que vive en Iriarte cruzando la calle Mayor, al lado de la casa de los Arévalo. De cualquier forma, no importa demasiado su nombre; en algún tiempo se irá a morir y antes no hará nada para que lo recordemos; a lo sumo se cargará algún muerto o cosa por el estilo. Lo vi trabajando en la obra en construcción que está al lado de Club R. Más adelante, cerca de la calle Mayor, por Iriarte, una señora me saluda. Creo que no la conozco.

Tengo la remera empapada en transpiración. Caminé mucho y bien. Ahora estoy preparando un desayuno. Café, tostadas de pan al horno (vuelta y vuelta hasta que se tuestan) con una rodaja de queso fresco arriba. Cuando el queso esté derretido y el café humee me voy a sentar a celebrar esta mañana de otoño.

El otoño es la estación del año que más prefiero.

martes, 10 de mayo de 2011

Ilustramiento

hacinamiento*

   1. m. Amontonamiento, acumulación.
   2. Aglomeración en un mismo lugar de un número de personas o animales que se considera excesivo:
      varias asociaciones están denunciando el hacinamiento de los inmigrantes.

*Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe.

Ella y ella

Está en una caja de EPEC y metés las manos como si nada. Encima te reís. Me da bronca que tanta frescura te siente tan natural y tan bien. Me das el bicho. Camino hasta Av. Colón y Mariano Moreno, tomo por plaza Colón (donde otra vez me esperaste y te enojaste porque lo nuestro fue casi una visita de médico, que te regalé rosas, que tuviste tu primer orgasmo conmigo, en la mesa de la cocina conmigo), sigo por Av. Colón hasta el Banco Francés de calle Santa Rosa. Doblo a la izquierda. Vivo enfrente de la whiskería. Subo hasta el piso siete y pongo el animal a descansar. Ronronea y es pequeño, tanto que da ternura (antes que quemaras mis fotos solía tener una donde salía la gata sobre una hoja Rivadavia y se podía medir el tamaño, chiquita como gato de apenas meses). Le pongo nombre. Me voy a dormir. Cuando me mudé de ahí se vino conmigo y cuando me mudé de la calle Corro también me la llevé.

Viene Rocío y la levanta con las manos. Estamos en la esquina de José de Iriarte y Mayor, vos venís un poco más atrás. Son las 16 hs. Es gris y blanca. Pequeña como la otra. Rocío y yo estamos de acuerdo en llevarla pero vos te negás; pero Rocío tiene una sonrisa que empieza en esta esquina y termina en aquel otro mundo, ¡que te da una cosquilla a la mañana!, sobre todo a la mañana. Rocío todavía tiene todos los dientes y se ríe y ya le puso nombre y tiene el pelo negro suelto y le brilla con el sol de la tarde y la tiene en la mano y la levanta, la mira por abajo y por arriba y le brillan los ojos grandes y se sigue riendo y es una bella escena. Se viene con nosotros. El bicho se viene. Ronronea.

Yo II

Ahora me acuerdo que me gustaba tanto comer naranjas en el desayuno y pararme en el portal del dormitorio a mirar tu cuerpo destapado, la bombacha marrón con labios rojos.

lunes, 9 de mayo de 2011

El juego de los 6 mm /II

Julio se paró cinco veces.

25 cm. fue lo primero que aceptó pedir. Se lo aceptó a él mismo (le tocaba dirigir el paso). Dale, le dijo, hasta que la docente se acercó lo suficiente (los 25 cm.) como para que a Julio le temblara la voz. A Julio le tembló la voz y así supo que había sido suficiente. La segunda vez que se paró, que fue el turno de la docente, cuando a ella le tocó dirigir el paso, Martina dijo dale una sola vez y dio por terminada la cosa. 132 cm. de distancia. Julio, que había temblado con la proximidad anterior, respiró aliviado.

Por más que suene contradictorio, él, que había inventado y promovido la actividad, más seguridad tenía mientras más lejos se encontraba ella. De los primeros resultados se puede deducir lo lógico: ni Martina ni Julio estaban dispuestos a franquear barreras que, habiéndolas necesitado, ambos pusieron entre sus cuerpos.

No más de 9 cm. fue la próxima marca, la tercera. Si Julio tembló al aproximarse menos de la mitad, hay que imaginar su estado al llegar tan (¡pero tan!) cerca de Martina. De forma sorpresiva ella había comenzado, y dale, y dale, y dale. Julio apenas podía respirar. Con solo estirar la mano podría haber acariciado la mejilla, haberle levantado la remera por la espalda, llevarla hasta la mesa de atrás (la mesa negra), desprender el jean, subirse encima de ella. Tan cerca de la caricia que se sintió nervioso.

Hasta ahí siguió todo tal como estaba previsto. Él comenzaría con miedo y terminaría con más miedo todavía. Martina tiene una mirada que corta el aire. Es una mirada directa y sincera, que no da rodeos para mirar lo que se propone mirar. Julio tiene problemas al corazón y, en determinadas circunstancias, sufre de taquicardia. A los 9 cm. no pudo diferenciar si tenía un episodio de arritmia o si la emoción, la tensión, los nervios, le jugaban una mala pasada (en otro momento Martina le preguntaría si se sentía enamorado y no iba a poder contener los gestos que lo delatarían).

Después de la última marca, la tercera, tuvo que despedirse con esa sensación de proximidad, cuando llegó la hora de mandarse a mudar a otro lado. Julio empezaba a aceptar que cada día le costaría más alejarse de aquel ímpetu femenino que Martina ostenta. Pensó en la canción Lucha de gigantes que alguna vez le dedicó y se conformó con recordarla el resto del tiempo que duró el largo fin de semana. El domingo tuvo sensaciones raras, cuando después de pasarse la noche del sábado soñándola fue al cine presumiendo tener todo controlado. Durante la película no hizo más que contar buenos y pasados recuerdos.

El próximo lunes pasado aquel jueves 5 de mayo, empezaría de nuevo, otra vez era su turno. Julio tuvo la necesidad de explicar un poco algunas circunstancias que lo llevaban a proponer juegos, a soñar con Martina, a perseguirla aquí y allá con propuestas de las más variadas. Martina escuchó en silencio y supo que Julio estaba siendo del todo sincero (también se dio por enterada de que a Julio le cuesta ordenar ideas en este punto y que tal vez no le esté contando todo lo que le pasa, por pura dificultad expresiva u omisión deliberada de algunos detalles que él prefiere cuidar). En medio de la explicación le dio un ejemplo: dale, dale, dale, dale y dale y dale y más dale. Martina dijo que no podía avanzar más (aunque bien sabía que tenía todas las posibilidades). Julio insistió: dale. Temblando pero convencido de lo que hacía, podía escuchar la respiración, desenredar los miedos, encadenar el tiempo. Ahí, ni uno ni dos milímetros más. 7 u 8 (también se rió en silencio dadas las coincidencias con el programa pagado por el gobierno represor de los kirchneristas). Julio no pudo moverse. Un músculo y sus ideas que entraron en ebullición. Martina no podía notarlo pero el estado de excitación de Julio parecía el de un adolescente que descubre el placer al sacudir el pene en reiteradas oportunidades. Amagó con mover la cabeza y Martina (quizás con un poco de miedo o de nerviosismo, o de asco) sacó rápidamente su cara y dijo listo, ahí tienes tus seis milímetros. Siete milímetros, u ocho, que demostraron a Martina que Julio estaba dispuesto a saltear su nerviosismo, aunque sea tildado de loco, miedoso, ambicioso y lo que fuera.

Julio dice que él no deja de admirar a Martina, por más que ella piense que la vida suya sea un fraude día tras día. Julio --y Martina también-- sabe que no volverá a cruzarse con una sonrisa y un cuerpo semejantes.

Ahora le toca a Martina. Y dale, dale, dale... Listo. Martina --que sabe cuándo abandonar-- se da por vencida a los 5 cm. y Julio pierde sus posibilidades (él le había aclarado que avanzaría y Martina, que no pierde miedos ni cuidados, lo mantuvo lo suficientemente lejos como para que no pudiera cometer errores).

Ahora le toca a Martina decir basta y Julio espera que no llegue el momento.

Hoy Julio y Martina rechazan aproximación alguna; mañana también. Martina le pregunta a Julio si la quiere volver loca. Julio se perturba.

Un cortado chico VIII

Me da pena

que opines
sobre la locura
con la carga

que opinás
que está mal

me da pena

porque considero
de lo más normal
que los mortales

queramos sobredosis
de miradas

de Anaclara

total hay tiempo
para resucitar
cuando te has ido

y no se respira más
el aire entrecortado
(no puedo respirar)

me da bronca que mi exceso
te pese y pienses

que estoy loco.

Belén II.

No ponemos horario de encuentro. Llego a la ECI. Pregunto por vos (a vos y por mensaje de texto). Estás en la fotocopiadora. Fuiste por unos apuntes que necesitás para preparar una materia de cuarto año. La Universidad Nacional de Córdoba es elitista.

Estás efectivamente parada en la fotocopiadora y con un saco rosa que te queda lindo. Hace frío y me puse una campera negra. Debajo tengo uno de mis abrigos típicos: el jersey a rallas horizontales, verdes, blancas. El abrigo es sintético y de muy pobre calidad. Fue útil para el camino, que empecé más allá de M. T. de Alvear. La noche era cerrada y las estrellas, más todavía entrando a la Ciudad Universitaria, eran claras y brillantes. La suciedad de las ciudades, suspendida en el aire, tapa las constelaciones de manera casi obscena. Pero el martes estaban brillantes y en una parte del camino me detuve a disfrutarlas. A veces la gente me mira y con cierta razón debe pensar que estoy loco. No soy como el resto: camino rápido, apenas si me detengo cuando el semáforo lo indica (cuando no puedo sortear los automóviles), voy escuchando música y de repente me paro atraído por una estrella, por un cipres, con un álamo que baila, por un detalle en el cordón de alguna vereda, por un cartel o una prensa obrera. En fin, la palabra sociedad debe tener algún parentesco cercano con "suciedad" y "ciudad"; suenan con picaresco parecido.

Estás, efectivamente, en la fotocopiadora, parada, con tu saco rosado. Puedo tocarte. Te abrazo y puedo tocarte. Me besas y nos besamos. El cachete, como siempre que hace frío, rosado como el saco. Tus dos cachetes. Me preguntás si ya salí de clase y te explico, por enésima vez, cómo es que manejo mi estudio: que no curso, que sólo oigo las clases que me interesan, que me preparo para rendir en calidad de alumno libre cuatro materias (¡Movimientos Estéticos y Cultura Argentina entre otras!).

Entonces vamos hasta una emisora de radio a retirar tu baucher para la casa de pool y bowling que está sobre la Av. Vélez Sarsfield, frente a la nefasta comisaría donde asesinaron a los siete detenidos. Los quemaron, ahora que me acuerdo. La radioemisora queda frente a la Iglesia del Sagrado Corazón (Padres Capuchinos). (Los Capuchinos también usan el hábito marrón con la cuerda, como los Franciscanos, y son fáciles de diferenciar de otros religiosos; son contemplativos porque se dedican a la observancia, que es una gimnasia que tienen los creyentes de atender a sus actitudes y a las del resto, casi siempre condenando a los que no actúan a imagen y semejanza con Dios. Son un desprendimiento del orden franciscana de la observancia y no muy distintos al cordobés medio, que también condena severamente a los inmorales y ateos como yo). El Capuchino es uno de los café más ricos que se puedan probar en el bar La Habana, siendo que en Córdoba no abundan buenos bares de café. En La Habana sirven tazas pequeñas pero suficientes con un café tórrido que termina en una espuma fresca con lluvia de cacao. Siempre escuché que el cacao era el elixir de los dioses mayas y yo presiento que si los Mayas (sus dioses y sus esclavos) hubieran conocido los ojos de Anaclara hubieran renunciado al cacao (y al café también) por muy poco esfuerzo. Como Radio Gamba estuvo cerrada para la hora que llegamos, decidimos cruzar la cárcel del Buen Pastor (otro claustro religioso regenteado por las monjas francesas de la Congregación del Buen Pastor y apoyado por la Sociedad de Beneficencia cordobesa, que funcionó mucho mejor cuando fue convertida en cárcel de mujeres) hasta llegar a otro bar, La Panna, donde nos servimos dos submarinos con una medialuna cada uno.

Te habías quitado el saco rosa y quedaste con una remera blanca, que de todos modos te quedaba linda. Tomamos despacio, sorbo a sorbo, los submarinos calientes. Lo mejor del submarino es cuando tiene buen chocolate y suficiente cantidad. Éste era un buen submarino. Como de costumbre, evité usar azúcar, como hago con casi todas las bebidas salvo el té de té (al menos que tenga la suerte de encontrar en Córdoba un buen producto que me haga disfrutar y no pensar en cuánto daría por una buena infusión de té). Vos usaste dos sobres de azúcar, por lo que me imaginé que te es casi imprescindible usarla. No objeté la medida, como sí podría haberlo hecho con una persona que me generara menos inseguridad. No sé qué es, tus ojos, tu forma de mirarme y de hablar, la historia que compartimos... No sé. Estoy seguro que debería dejar de sentirme inseguro cuando estoy con vos, pero me supera el sentimiento. Es otra afirmación de la norma: la razón es un desarrollo prematuro si se la compara con la firmeza del sentimiento. Sentimos desde que nacemos y razonamos desde que podemos. A veces por esto nos acusan de locos, de desvariados. A mi me gusta pensar que son las limitaciones que tenemos por superar.

No lloraste ni nada. Mientras contabas las desventuras con Lucas y asegurabas no saber qué hacer (a veces, últimamente, no sé si creerte del todo), te dedicabas a acabar el submarino y a dar bocados a la medialuna. Nos dimos las manos y entendimos que nada mejor podía pasar en aquel momento, que el amor era un reducto de la conducta humana, casi siempre disfrazado de sentimentalismo humanoide. Al menos yo parecía más avivado, con más esperanzas, cuando hablaba de Anaclara. Vos no podías creer que insistiera con el tema. Siempre pensaste que Anaclara no cubriría mis expectativas (al tiempo que me pusiera con ella me lo confesaste, si no fue después de que terminara definitivamente con mis expectativas, que ella me dejó o yo la dejé a ella, ya no lo recuerdo con exactitud). Anaclara excede mis expectativas y ahora que el tiempo me hizo más dócil puedo aceptarlo. Pero el tema es tu relación con Lucas. En eso no hay nada más que se pueda hacer y lo afirmo con toda la certeza. A veces sueño que volvemos a estar juntos, que viajamos por donde se nos antoja.

Cuando me paré para ganarte de mano al pagar la cuenta (que mentí con que iba al baño) me descubriste y te reíste como antes, cuando solíamos pasar tardes en la Ciudad Universitaria, donde están los patos, en la laguna frente al Pabellón Las Brujas. Después fui al baño y cuando volví te llamé (me paré en la parte trasera del local y dije tu nombre con fuerza, alejado de donde estabas) para que vieras el espacio que tienen preparado para los niños. Pensé que te interesaría por la relación que guardás con tus sobrinos. Pensé también en cuánto extraño a... Pensé en lo buen mamá que es Anaclara. Estuve a punto de sentarme en las sillas pequeñas a pensar, a recordarlas a las dos. Aprovechaste y fuiste al baño, después de asegurarme que tus sobrinos morirían por estar allí (¡estuve acertado!). Cuando volviste intenté abrazarte y, casi intuitivamente, quité la mano de inmediato. Al salir ibas a contarme que en el bar permaneció una compañera de Lucas y que eso podría llegar a traerte problemas, e iríamos hasta 27 de Abril, casi esquina Vélez Sársfield, hablando del asunto, sólo cambiando el tema en la vidriera donde vi el collar de colores y la blusa rosada (no he vuelto a ubicar esta tienda) y en el bar que nos gustó para tomar vos un Dr. Lemon y yo una Cerveza.

No tuve novedades de que tuvieras problemas con Lucas por el asunto. El día viernes me quedé con ganas de salir con Anaclara. Me pasa algo que me gustaría contarte, Belén. Tengo una ansiedad que me estremece, que me pone torpe, por contarle a Anaclá los porqué de mi insistencia por hablar con ella. Parezco un disco rallado y espero que vos estés mejor.

Sabés, últimamente sueño todas las noches con lo mismo y eso no me da pena. Siempre que me puedo dormir, sueño con lo mismo.

sábado, 7 de mayo de 2011

Yo I

Soy un inutil.

Todavia no encuentro la manera de escribir todo lo que te extraño los fines de semana.

jueves, 5 de mayo de 2011

Dale

Se supone que acá hay una comedia.

(La más linda, pregunta: acá hay una comedia. Y si la hubiera --pregunta--: qué personaje le toca, qué lugar ocupa. Está de acuerdo con la teoría de los roles sociales, que cada cual asume una actuación dependiendo del lugar donde le toque desempeñar un rol).

(La más linda sigue preguntando: qué lugar ocupa la señora alta de cabellos delgados y negros).

(Sin apagar los ojos la linda. Está parada y las manos le caen al costado de la cintura a la linda. La cintura esa de la linda es un paraje maravilloso y lo peor de todo es que él lo sabe. No apaga ni los ojos ni la sonrisa la linda. Hay veces que la linda, que ser torturadora le sienta bien. Ésta tortura, la de andarse paseando la linda para que uno la desnude pero llena de ropa a la linda).

(La misma que estaba preguntando sigue preguntando: qué lugar ocupás vos, si existiera la comedia).

(La mujer linda me pregunta a mí. Tengo miedo. Le respondo cualquier cosa. No le hablo del enamorado más allá de las circunstancias. Le respondo lo que yo no quiero decir y lo que ella quiere escuchar: que la vida es así: uno más uno dos y dos más dos son...: que no hay nada de qué preocuparse. Y me inundo en la preocupación de no perder el pulso y que me tiemble el ojo, que se me escape un suspiro, que un rulo se dispare, que la cara se sonroje, que me tiemble el corazón, que de mi boca salga la palabra Sanantonio, que descubra mi punto débil. Tengo miedo que corra espantada y no entienda un carajo, que piense que la quiero volver loca, que no me espere hasta que termine de explicar, que nos interrumpan. Le digo que le voy a contestar lo que pregunta. Que de todas las preguntas es la mejor que podría haber hecho. No le digo ni de quién ni de cuántas estoy enamorado. Me sigue temblando la voz y lo sé, me doy cuenta, yo no soy de poner la voz tembleque, ella me la pone así, con su acertada pregunta me la puso así. Le voy a decir que no hay ni una puta comedia ni ocho cuartos, que ya me rendí ante mí mismo para convencerme de que el mundo es matemático: que uno más uno: que no me creo ni yo lo que me digo: que estoy seguro de lo que siento y lo que quiero: que por eso le quiero explicar la diferencia entre una cosa y la otra. Quiero explicarle esa diferencia para que pueda entenderme, que no quiero volver loco a nadie. Al final va a terminar convenciéndome de que el loco acá soy yo, y cuando lo haya logrado... Ahí sí que no va a haber fuerza que me pare: la voy a abrazar, le voy a hacer cosquillas y la voy a someter a todos mis besos por todos los cachetes y todos los rincones que tenga libre, porque no hay nada mejor en este mundo que te hayan convencido de que estás loco).

(La vida es una comedia).

miércoles, 4 de mayo de 2011

El juego de los 6 mm /I

Martina, la docente, está parada detrás. Julio sigue sentado en la silla pequeña, frente a la computadora y se esmera por hacerle entender el mecanismo del juego que acaba de inventar (dibuja en la pantalla). El juego del hacinamiento, según Julio lo nombró. Antes Martina había estado sentada en la silla al lado de Julio, y él, que la tenía a mano, trataba de acercar su cuerpo para que entendiera con un ejemplo lo que produce el acercamiento y el alejamiento de las personas en determinadas circunstancias.

El juego consiste en medir la tolerancia a la aproximación de los cuerpos en situaciones y con emociones distintas. Por ejemplo, si un día te peleaste con una persona -piensa Julio- vas a necesitar mantenerte lo más alejado posible. El juego le va a servir para medir los estados de ánimo con Martina.

Martina -igual que Anaclara- le pone espinas a las rosas. Pregunta si en el juego se permiten agresiones físicas. Julio, sorprendido, contesta que sí, pero la regla es que los eventuales golpes no deben dejar marcas. Martina acepta el desafío y Julio promete llevar un registro de los cambios entre las mediciones de proximidad.

Hoy Julio y Martina rechazan aproximación alguna; mañana también. Martina le pregunta a Julio si la quiere volver loca. Julio se perturba.

martes, 3 de mayo de 2011

Celeste I

Yo no te voy a decir que no la estuve mirando desde que entró al comedor. Tenía las botas extrañas, marrones y de cuero, el pantalón blanco desgarrado en las piernas, una remera que de todo era lo más lindo. Celeste tiene el peinado de las mujeres que acaban suicidándose. Lo sé detectar porque leí ensayos sobre el suicidio escritos por el infalible Durkheim. La firma se supone que también dice sobre las conductas suicidas de la gente. La mía reúne todas las características.

Después de la quinta cerveza abrimos el vino tinto y a mi me tocó llenar las copas. Discutíamos si el 1° de mayo era una fecha para la celebración o para la conmemoración. Yo digo que celebración y conmemoración son casi sinónimos. Se usan como tales. Uno y el otro han perdido identidad y casi la gente los confunde. Celebración es netamente un festejo, mientras que conmemoración es el recordatorio de un hecho o una persona, aunque por preferencia se usa en acontecimientos de festejo. Hicieron un homenaje en conmemoración del poeta argentino. En fin. El día 1° de mayo no es ni para el festejo ni para la conmemoración estática. Para mí es un día de reflexión y denuncia. Íbamos por el vino y no creí conveniente manifestarme de esa manera, aunque tampoco me quedé callado.

El tema llevó a dos de nosotros a enredarse en una discusión de palabras que ni ellos entendieron. Después sobrevino un silencio que pensé nunca acabaría. Pero Celeste habló de su ex novio. Martín es un hombre que la tiene desencajada. Ella opina que lo ama, o que quedó obsesionada con el amor que tuvieron y no le da crédito a su psicólogo -un freudiano confeso de 60 años- cuando sentencia que es la dueña absoluta del problema.

Me mira a mí y solamente a mí (hay otras personas al rededor de la mesa rectangular, algunos de los cuales cabecean por el efecto del vino y la cerveza). Llevamos más de cuarto de hora hablando de lo mismo. Martín le pegó en reiteradas ocasiones mientras duró la relación y para el final le preguntaba si le gustaría compartir el momento con otras mujeres mientras hacían el amor (ella dice "mientras teníamos relaciones"). Le acabo de preguntar si ella tendría amantes y me está mirando en silencio; parece perturbada por la pregunta, o sino sufre un letargo que podría ser también producto del consumo de alcohol.

--Es así-- dice Celeste. --Si yo quiero hacer el amor con vos te llamo y te invito a mi casa, pero no le cuento a Martín--. Me pide el número de teléfono. No mira a nadie más. No habla con nadie más. Me pide que le haga un cuestionario. Le hago el cuestionario. --¿Vos soñás con tu novio? ¿Vos soñarías conmigo? ¿Vos siempre mirás así a la gente? ¿Me hacés acordar a alguna otra mujer de ojos grandes y jerseys turquesas?--. --No--, me contesta.

Celeste y yo bajamos a comprar más bebida. Antes de entrar de nuevo al lugar donde estábamos reunidos me toma del brazo con fuerza (dice que el soplido del viento cuando es así de fuerte le da frío). Yo le digo que no desperdicie su vida con promesas, con una imagen de un hombre que nunca será cierta. Me dice que odia a Martín y que lo ama al mismo tiempo. Le cuento que amo a Anaclara. Intenta besarme y le explico que está bebida de más. Se ríe y se abstiene. Fui descortés, ahora que lo pienso. Pero fui terminante: me acercó la boca y le tomé la pera, después le dije: no Celeste, te confundís por todo lo que te tomaste; te tenés que tomar menos así te podés disfrutar de todos los momentos de la noche, los buenos y los malos. Le sonreí.

Entramos de nuevo y hablamos del vino, de las noches estrelladas del campo en Córdoba, de los amores incompletos.

No miré a más nadie. Dije que estaba cansado y me fui por otra cerveza al bar aquel donde los solteros comparten copas. Celeste tenía el pelo lacio y achatado sobre la cabeza, ni una sola ondulación, caía hasta debajo de los hombros. Apenas si se lo arreglaba de vez en cuando, pero el cabello seguía inmóvil, casi sin vida, como el de las mujeres que van a...

lunes, 2 de mayo de 2011

Todos quieren volver a casa I

Qué si leo lo que pensás, lo que dedicás con tus Dedicadas
que sí que no me aguanto la tentación que
no puedo asir el mundo en tres oraciones
para volverlo mundo
y ponerlo acá en el enmudecido rincón de las
palabras tediosas y las frases mal dichas
con canciones de las más tristes que ni
te sabés de memoria ni me sabés cantar
me dedicás
aunque me devuelvan mi servidumbre hecha pedazos
entres con la mirada en el cabello de la frente
mires corras cortinas sudes recuerdes
que estoy por escribir sobre aquel día que
me dijiste te amo
la última vez
te acordás
esto no es un tango
esto no es nada
esto son tus ojos
esto es lo que tus ojos escriben casi mudos pero gritando
esto es tus aros azules marca corazón
el corazón azul que te dejé cuando
decías del príncipe
azul
maltrecho
oscuro.
¿Éste es?
el final.

domingo, 1 de mayo de 2011

Penas y alergias del amor

Si te llevo mandarinas y no es suficiente, pero tambien te llevo medialunas con dulce de leche, pero tampoco, vos me dedicas la canción mejor escrita sobre la guerra del amor, quiere decir que, o yo tengo que dejar de comprar estrellas, o tu tienes que cerrar el porton.

Cualquiera de los dos que lo haga primero no importa, porque el latido que escucho (mirá, sentí) sale del pecho con esta tristeza que vos decís que ni te importa, pero qué tanto, sino ni me preguntarias por qué ultimamente te busco asi, te miro tanto, te cuento tanto, en cada estrella que me aconsejo por las noches.

Y así es menos doloroso y mas enfermo que de ninguna otra manera. Yo no me hago cargo de las cosas que tengo para decirte y para pedirte ni vos tampoco. Caminamos la estrepitosa y apasionante cuerda de lo que ya fue y nunca será, pero la caminamos. Mirá que lindo.

Aunque de los dos me siento afortunado, porque ni lo que hacés en mi contra, ni ninguna otra cosa, podria matarte en mis recuerdos. Y todavia veo La Era del Hielo 3 y la mamut tiene tus ojos y tus cualidades de mujer aventurada, espontanea y madre única. Todavia pienso eso mientras te busco y encuentro el veneno que te di pero mejorado y untado en la tostada que me das al desayuno. Aunque no podes suicidarte dentro mio, o disfrazarte. Y hace mucho que ya me habias enseñado a escribirte poesias y no te dabas cuenta. No vengas ahora con que es otra de mis mentiras, que ni te amo ni nada, porque siempre mis verdades fueron lo mismo para vos: el sillon incomodo donde ver una novela por un rato para despues cambiar de canal porque el asiento se puso pesado.

Si queres voy a tu casa y te enseño la pelicula. Llevo pasas de uva con chocolate. Vos miras tranquila y yo sigo completando los bosquejos que tengo: apasionados retratos de tus ojos, tu boca y la cicatriz en la oreja.

No podes quitarme absolutamente nada de lo importante en mi mirada, inutil. Seguis siendo hermosa.