domingo, 17 de abril de 2011

El amor telefónico que se extingue lentamente

Ves -dice el viejo en la noche y con el Whisky- este es el estado enrarecido cuando uno espera que del otro lado cojan el teléfono, marquen 0351 156 y lo que sigue, y suene el ringstone seguido por la voz adorable que pregunta: estás; perdiste el sueño; te susurro otro cuento. Pero no, porque entonces uno, que pertenece a la especie humana, la de siempre de nuevo, la de siempre lo mismo, uno entonces elegiría el idéntico título que eligió la última vez. Que pena, porque si llamara y sugiriera un cuento, por más que con mi actitud corroborara la teoría sobre la especie, haría lo que ella mandara para volver a escuchar aquel trágico final cuando te das cuenta de que todo se rompe con tanta facilidad. Que frágil es todo -y el viejo hecha otro sorbo-.

El teléfono no suena. El otro que pierde la noche con el viejo no dice nada pero advierte cuánto de lamento hay en aquel deseo malogrado. El otro también traga Whisky. Es hora de dormir, le dice, como en un intento por frenar la nostalgia de la cabeza ajena. Él está seguro de que no lo conseguirá y que aquel hombre irá a la cama a seguir sin dormir, a soñar despierto, que ella coge el teléfono y marca el 0351 156 y lo que sigue.

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