miércoles, 20 de abril de 2011

Belén I.

Llega tarde, como siempre. Tiene un saco fucsia y una sonrisa en su cara. Me abraza y la abrazo.

Naturalmente, es mi amiga hace por lo menos más de cinco años. Llegué a tiempo, como siempre, y antes que Belén apareciera en el Boulevard San Juan pensaba en todo lo que se extrañan algunas reminiscencias emotivas: aquella vez que nos quedamos hasta tarde pasando grabaciones de casete a la computadora en la casa de mi madre. En medio de ese recuerdo, otro, mucho más reciente, aparece con fuerza. Últimamente -digo asustado de mí mismo y sólo para mí- cuando busco en el pasado viene siempre la misma persona a la cabeza. Por lo tanto, antes que Belén llegara ya sabía de qué terminaríamos hablando.

Entramos, buscamos un lugar para calmar ansiedades, hicimos el pedido: dos licuados con tostados, simples, no combinados. Pagamos. Ella insistía en compartir el gasto y le tuve que explicar lo de la cultura y el mundo machista. Pagué, arriesgándome a que después no me quisiera cobrar el huevo de pascua que le había encargado, razón por la cual nos encontrábamos en aquel lugar.

Nos sentamos y empezamos una charla que duraría poco más de tres horas. Por el lugar pasaba tanta gente que la conversación estuvo matizada por las accidentales circunstancias: una mueca de un niño que nos atrajo la atención, el pasar de la mujer con botas de cuero, la vestimenta de otoño que lucían la mayoría de las personas y algún que otro incidente más llamativo, como el de la señora de la mesa del lado que no podía abrir la tapa a rosca de su bebida y acudió a nosotros por ayuda.


La charla empezaba con la historia de un tal hombre que la saca de quicio. Ella lo persigue pero él parece no acusar recibo, cuando por principio de acuerdos debería hacerlo. Me decía que a veces espera un mimo y que nunca llega, que los dolores de su cuerpo casi la hartan, pero se siente rara, de a ratos enamorada y de a ratos con menos intensidad.

La parte interesante fue cuando me dí cuenta que no podía parar de hablarle de mi pasado. Hace un tiempo me dijeron, en otras circunstancias, que lo importante es el futuro y que el presente es más inevitable que otra cosa. En cambio, en aquella mesa y ahora, yo no hacía más que revolver lo que acababa de pasar en mi vida; mi pasado más reciente. Hablaba del pasado y lo mezclaba con un presente utópico y un futuro no menos deseado. Belén me miraba, como muchas otras veces lo había hecho, y de vez en cuando compartíamos un consejo.

Le conté que era ocurrencia mía escribir una novela que narrase la vida de Anaclara. La vida que yo le inventaba a la Anaclá. Me dijo que no estaba para nada de acuerdo. Le dije que no me importaba en lo más mínimo. Le dije que Anaclara tampoco estaba de acuerdo y sin embargo nadie es dueño de mi pasado, de mi presente, de mi futuro; ni siquiera yo. Entonces le dije que pese a quien le pesara escribiría mi novela. Le dije que necesito deshacer el prócer en que la convertí, hacerla humana, constatarla con mis fantasías. Seguía mirándome con distintos gestos, como ya cansada de tanto escucharme hablar de lo mismo. Me sonrió. Me dijo que ella sí me quería mucho y que tenía que cortar tanto ir y venir de consentimientos y atenciones desmedidas. Pensé que Anaclara también estaría de acuerdo con Belén, casi por primera vez en la historia.

También hablé con Belén del presente. Aunque el suyo, menos promisorio que el mío, fue materia de más detenimiento, análisis barato de café, alguna que otra justificación y ademanes de complicidad.

Cuando se levantó de la silla me dijo que tenía razón, debía escribir esa novela. Es importante que ordenes todo 'eso' y le pongas palabras, historia y sentido -me dijo-. Y siguió: está fuera de vos lo que sentís y pensás. Cuidalo.

Cuando me fui a dormir supe que juntarnos, cada vez que lo pudimos hacer durante todo este tiempo, ha tenido particulares trascendencias; siempre terminamos hablando del pasado; siempre me costó dormir después.

Últimamente sueño todas las noches con lo mismo y eso no me da pena. Siempre que me puedo dormir, sueño con lo mismo.

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