miércoles, 20 de abril de 2011

Así las cosas

Prendo la computadora. Espero. Ya tengo a mano el explorador de Internet (Mozilla Firefox me resulta una conjunción simpática -en su fonética- de palabras). Lo abro. Espero. Anoto una dirección web. Espero. Leo.

Pienso: si te leo es porque busco por todos los rincones alguna respuesta que ni yo misma me puedo dar.

Espero.

Cambio de página y abro el diario digital. Leo. No puedo creerlo, hay vicios en la política de los partidos patronales que no cesarán nunca. Pienso en lo que leí antes. Espero.

Me gusta peinarme así y que todos me miren. Siento que el pelo recogido me queda mejor, pero hace un tiempo me dicen cosas lindas con este mismo peinado. Estoy linda. Soy linda. Alguna vez no tuve espejo, pero siempre supe que me veía linda. Creo que es la sonrisa, mi boca, algunas partes de mi cuerpo que sé llevar con astucia; esas son las cosas que de mí gustan a los hombres y al resto de las mujeres. Me veo linda. Tampoco necesito un espejo para saberlo. Fijate vos que aquel otro va a escribir en algún momento que yo soy la mujer más linda de la tierra, de todas las mujeres que él conoce la que más linda termina siendo. Me río. Me va a comparar con todas y me va a elegir a mi. Soy linda y mucho más linda que cualquier otra con la que esté ahora.

Espero.

Él: se levanta y camina sin parar hasta llegar a la computadora y prenderla para mirar con prisa si hay algo nuevo en la página de ella que nunca tiene lo que él quiere leer salvo las canciones que pasa y repasa una y otra vez para encontrar un algo que sea cualquier cosa válida que lo despierte y lo saque del tedio para después más tranquilo escribir y no parar de escribir sobre el destino del mundo conjugado con el amor del hombre y las historias más verídicas que su cabeza pueda inventar en medio de la ficción ocultadora de cualquier verdad por más válida y real que sea en una página web que es suya y no dice absolutamente nada interesante más que repetir que no duerme y que se volvió un fantasma y que hay una tal fulana que no piensa ni nombrar a la que no puede parar de ponerle adjetivos de todo tipo mientras busca en otras páginas lo que quiere leer y no para ni un minuto con esa rutina que lo desgasta y lo vuelve loco por algo en lo que ni él cree aunque lea que "tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro tu boca que es tuya y mía tu boca no se equivoca te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía y por tu rostro sincero y tu paso vagabundo y tu llanto por el mundo porque sos pueblo te quiero y porque amor no es aureola ni cándida moraleja y porque somos pareja que sabe que no está sola te quiero en mi paraíso es decir que en mi país la gente viva feliz aunque no tenga permiso" del Benedetti y se cague en las coincidencias mientras sigue entristecido de tanto no hallar en medio de aquella búsqueda permanente.

Espero. Pienso. Me miro.

¿Qué hago acá sentada, en medio de tanta palabrota, si todavía falta hacer de comer, salir al colegio, ir a trabajar, seguir luchando? Me siento rara. Me quedo leyendo pero sé que es peor que perder el tiempo.

Voy a tratar de pensar un poco si vale la pena escucharlo. Yo estoy linda. Me gusta estar linda. Pero voy a tratar de escucharlo.

Tengo miedo.

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