jueves, 13 de marzo de 2008

III.

Sale del baño y su pelo apenas seco. Una mujer criteriosa, más otra y dos ojos que enmudecen, le dicen que simplemente es hermosa.

Anaclara se pone en cuclillas, en medio de un vestido blanco, para alcanzarse el peine del suelo, ante la mirada exaltada de las mayorías. Sonríe y dice gracias. La mujer criteriosa, sin la otra, mientras los otros dos ojos siguen mirando y enmudecen, le dice que el irreverente señor equis tendrá méritos por hacer para no perderla. Anaclara sigue en cuclillas, vuelve a sonreír, vuelve a mirar, vuelve a decir gracias.

Los dos ojos que miran y enmudecen, que pertenecen al aburrido señor igriega, podrían echarse a gritar y decir, decir, decir, decir y decir: que esos labios ésto, que esas piernas aquello, que el cabello no sé que cosa y que la sonrisa no sé que otras... Entonces todo se detendría y la historia no sería lo que es. Pero siguen enmudecidos, los ojos del racional señor igriega.

Afuera, el campo es testigo de mentiras y dulzuras que acontecen en una casa minada de alegrías silenciosas. Anaclara es la principal responsable, por su lindura, su sencillez, sus miradas, sus caricias, o por lo que sea, de que el mundo vuelva, de a poquito, a ser mundo, para el amoroso señor igriega.

Adentro de la fría, calentada a fuego de leña, morada, el resto sigue reconociendo la hermosura del cuerpo de ella, que no se cansa de ser estrella, que no hace más que sonreír. Anaclara no hace más que sonreír.

1 comentario:

Anónimo dijo...

AMI MEENCANTA LA POESIA Y LEER LIBROS PERO ESTO ES DIFERENTE A TODO LO Q LEI ME GUSTO ESE RELATO DEL SR.IGRIEGA ...ALE