sábado, 22 de marzo de 2008

¡NO DESAPAREZCAN!

Apropósito de las pascuas, el temporal azota Buenos Aires, el mundo se desgrana, la pobreza salve a La Reina, a los Reyes y a los dueños... Hay más indigentes en el mundo y la vil mentira de las clases bajas, medias y altas va quedando en un pasado histórico, signado por la erosión de la resistencia y de la batalla ideológica. Mientras, Tinelli [bio] [info] vuelve a la pantalla chica y se estrenan dos nuevas pelis para que los niños que puedan gasten dinero y se diviertan en la semana declarada santa.

La clase trabajadora, hambreada y sumida en la marginalización social, sigue de pie, articulando nuevas formas de organización. Pero las fiestas religiosas parecen adormecerla. [Arriba trabajadoras y trabajadores, a no dormir].

En Argentina la inflación se dispara y Cuba sigue en pie. Sí: en pie. La esperanza que se trafica en las legítimas fiestas que terminan con lecturas alrededor de una guitarra, no se parecen ni por cerca a la Fe religiosa... La que adorna nuestras fiestas, es la que se construye colectivamente, atentos a las injusticias y sustentada por las inteligentes estrategias (políticas, formativas, sociales, culturales...) que diseñan y comparten, cómplices de la justicia social que el capitalismo maltrata, los que no se cansan de pensar y resistir.

Ni que estamos muertos, ni doblegados, ni cansados, ni hartados; todavía caminamos las calles y seguimos leyendo; todavía hacemos poesías y usamos los medios de comunicación que podemos; todavía no nos convencieron de tirar un libro o renunciar a una doctrina social por creerla antigua. Todavía somos marxistas o guevaristas o leninistas o trotskistas o castristas. Ni que nos iban a asustar con una dictadura, cuando nos arrancaron treinta mil. Ni que íbamos a dejar de gritar cuando se llevaron a Julio [homenaje]. Ni que nos íbamos a dejar de pensar, ni de sonreír, ni de mirarnos a la cara después de habernos peleado y de volver a soñar nuevamente el mundo que será nuestro.

Apropósito de todo lo anterior: el sistema está próximo a cumplir otro de sus ciclos anunciados por los economistas, la crisis se aventura y los clasistas seguimos generando espacios que vulneren al sistema que intenta vulnerarnos. En la biblioteca de la que vengo, la gente pasea esa maldita costumbre que los milicos rabiosos no pudieron apalear: se expresa luego de haber aprendido antes, luego de haberse apropiado del conocimiento que le estaban negando. Y ni una democracia ficticia, ni las herramientas sofisticadas que utiliza la burgesía para seguir alimentando al sistema de explotación, podrán evitar que la conciencia madure; pos es la misma práctica a la que ellos nos someten, la que se nos cuela entre el cerebro y conduce nuestras furias y ternuras, esas de las que hablaba el Che [bio], hacia la búsqueda de la transformación revolucionaria.

Y un día cualquiera, todas y todos despertaron despiertos. Fue entonces cuando la producción materialista dejó de ser un proceso de sumisión, mientras la educación fue de todos y para todos, sin que necesitara alienarnos en el camino, y la cultura la pensaron los que antes fueron considerados incultos. El mundo, que también era nuestro antes, ahora estaba comandado por nosotros: la clase trabajadora, que había sido históricamente expropiada y ahora (despierta y caminando) tenía la posibilidad de escribir sin olvidarse lo ya escrito. Y la historia empezó a ser más digerible y el hambre fue un problema resuelto por todos, con el esfuerzo de los que comenzaron a tener el derecho de pensar: las mayorías. El pensamiento dejó de ser cosa de los intelectuales y ya no se escribía solamente cuando había que escribir bonito. Se escribían las paredes, que eran el libro vivo en dónde se publicaba el relato de los sucesos victoriosos. Y ahí crecieron nuestras hijas e hijos, gracias a los treinta mil, a Julio, a vos y a mí. Desalambramos, al fin.

Ni que vamos a dejar de existir. Ni siquiera muertos. Porque Milucha sigue creciendo, pasito a paso. Y si no somos nosotros, será su generación. O la próxima, que también será la de nuestros hijos y no se olvidarán de la libertad. Nos recordarán como nosotros a nuestros compañeros históricos. Porque esto no es un cuento, sino una simple descripción de la realidad a futuro. No una predicción, ni un sueño, ni la esperanza revolucionaria: un retrato de la lucha a concretar.

Por ello, arriba los que luchan, que no se colgaron del primer colectivo de las pascuas y que seguirán cuestionando al sistema, construyendo un nuevo presente, en vez de tomarse el absurdo feriado del 24 de marzo. Que ni la casa, ni la cosa, estarán en orden... Que la solidaridad... Que la resistencia...

Justicia. Justicia. Justicia...

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