El domingo fue menos que el sábado, pero de igual manera los recuerdos del viernes continuarían rondando en mi cabeza hasta --inclusive-- este momento, en que me dispongo a tomar el café de la tarde. De cualquier forma el clima era bueno para buscar y encontrar una película amigable, que dejara algo más de aquella sensación repetida que uno experimenta con un film por el televisor: cambiar de canal hasta dar intuitivamente con algo, sentarse incómodo porque no hay certezas sobre la elección, para al final saber que el tiempo pasó con más glorias que penas, merced de un guionista poco conocido, una película poco difundida, una mediocre realización ¿independiente? (cuando uno consigue en la televisión basura películas de esta talla).
Persépolis había terminado pasadas las dos horas y pico entre que me decidí a ver películas el domingo, encendí el televisor, cambié los canales y tomé la valentía de aceptar una opción con animaciones y sombras oscuras. Era innecesario el esfuerzo por contener la emoción que sentía por aquella niña, después mujer, con el vínculo afectivo cargado en su abuela y la mirada lógicamente apasionada sobre los ideales comunistas. Otra lectura más --y distinta-- de un Irán en guerra permanente; el Irán preso político y censurado hasta la médula; un Irán --además-- difícil de entender para la mirada americana. Pero este Irán distinto, que ahora hablaba de su lucha por la liberación, era el Irán de una ingenua muchacha de cabellos oscuros y ansias poderosas. Es difícil --y más lo es en un sistema patriarcal para una mujer-- enfrentar al mundo como Marjane pudo hacerlo (el mundo de las ideas, el mundo de los sentimientos, el mundo de las realidades). Aquella niña mujer sí que aprendió a impregnar cada detalle con sus ideales.
Después iba a enterarme más sobre Persépolis, que como toda gran obra tiene una historia más abundante. La historia es la de aquel Cómic de la Francia consternada por las nuevas ideas políticas del mundo (que de nuevas siempre tuvieron poco). Me burlo. Nuevas de nuevo, en el 2000 al 2003, y en fin.
Sigo acá agarrado de la cama. Tengo que hacerme el café. Parece mentira la cantidad de veces que recordé --de nuevo-- el viernes pasado. Durante la película, no pude evitarlo; aunque más que recordar fue establecer una relación permanente entre mi viernes, vos y la historia de Persépolis (de Marjane). Te sentí una y otra vez, sentí tu presencia como a mí más me gusta: no como invento mío, sino tan real como pueden ser los recuerdos atesoramos. Digo que te encontré repetidamente, en la complejidad del pensamiento de aquella niña, y cuando veía la madre relacionarse con la hija, y ni que hablar de la abuela con aquella mujer a la que le decía que no se olvidara de quién era, que tuviera cuidado de los cretinos, que mantuviera la esencia. Ahí quise que todos pudiéramos tener un abuelo a quien llevarle vainillas para que unte con los té. Pero vos no, porque el abuelo tuyo, al que hacías sonreír con las vainillas (vos solías contarme que al Tata se le iluminaban los ojos y le quedaban con estrellas salpicadas de rocío cuando aparecías con tus historias y las galletitas que le gustaban; ahora que lo pienso, a aquella le pusiste Rocío no sin motivos suficientes). ¡Y aquella! El parecido absoluto cuando habla del guerrillero cubano, el Che Guevara. (¡Cómo me estoy riendo!).
Es un arma Persépolis. Fijate: te dibujé miles y millones de veces, en los viernes, en los desayunos, en la cama calentita. Fijate: me acordé que eras docente y que para nada hubiera resultado útil la película con los chicos; vos tenés mejores ideas. Fijate: el Tata paseó una y otra vez por mi memoria. Fijate: llorar no siempre es cuestión difícil, ves.
Pensé en las tres golosinas que más me gustaría comer con vos: las pastillitas, la bananita Dolca y el paragüitas.
Voy a tomar el café de una vez por todas, así de feliz como me siento ahora, así de incompleto, así de tanto que me falta para estar completo y así de feliz que se siente uno en este estado. Los recuerdos del viernes continuarían hasta la victoria.
lunes, 6 de junio de 2011
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