Cuando me aventuré y lo dije [ver], jamás imaginé que tan temprano iba a sacudirme de semejante manera. Todavía tengo secuelas.
La lluvia de Cuba no es tan dulce como la de Córdoba. Me corrijo: la lluvia de Cuba no es tan dulce como la del domingo pasado en Córdoba. Corrijo nuevamente: la lluvia de Cuba es dulce pero le gana en dulzura la que cayó en Córdoba el domingo madruguero.
Casi puedo volver a tocar la humedad del día. Casi que olvido por un instante el sabor que mi imaginación construye de la lluvia cubana.
A veces, cuando los domingos llueven, las grandes cosas quedan pequeñas. No importa qué tipo de cosas sea... Yo todavía tiemblo.
lunes, 2 de febrero de 2009
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