miércoles, 27 de febrero de 2008

II.

Cuando tuve dos segundos adentro del mar, pensé: Ella tiene pocas chances de escaparse de mis piernas.

Llegó a casa, puso a dormir su más preciado tesoro (lo acarició, acunó, despidió) y comenzó a temblar en una cama harta de aburrimiento. Las dos plazas le quedaban chicas (pobre cama), del aburrimiento.

Luego, por sus ojos, porque después de ella no había retorno, ya no fue más mi casa, pero sí mi cama. Y ahora trato de no aburrirla (astuta mujer). Con Ella nos preguntamos si las estrellas que pasan por la ventana del décimo a son tan ocurrentes como nuestras fantasías. Las sexuales y las oníricas. Ya no pude volver a acostumbrarme a dar vuelta la cabeza y renunciar a su sonrisa.

Cuando salió del torbellino, se secó de mar, se peinó y se vistió, agarrose violentamente de mis rasgos y susurró... ("no estarás dibujando paredes en el aire, cierto")

Antes que antes, cuándo le había dicho lo de los masajes, se había puesto colorada. Ahora ardía haciéndome arder.

Después ganaría la noche y sacaría nuevamente a pasear sus estridencias.

Explicación: los segundos capítulos tienen que, indefectiblemente, ser defectuosos. Pero pocas veces se verán tan descriptivos como el presente. En donde, de raíz a razón, meticulosamente, explica cómo Anaclara lo vuelve loco. Sugiere, sobre la nombrada, una personalidad tímida, pero a la vez revolucionada. Eso es Anaclara. Mucho más que un beso.

No hay comentarios: